Clasismo en Japón
Normalmente cuando hablo de Japón, siempre lo hago desde la óptica más subjetiva y solo me refiero a las grandes cualidades de este país, pero seguramente muchos saben que el país del sol naciente tiene pequeñas o grandes vergüenzas, como la invasión de China, la ocupación de Korea, además de ser una sociedad sumamente clasista que mantiene las clases sociales de la época medieval japonesa, os dejo a continuación el contenido de un articulo publicado en el Periodico que resume un poco la situación y posibilidades de estas bajas “castas”. La foto al menos deja un detalle alegre de esta triste situación.

Comunidades segregadas
La BLL es la principal organización de hisabetsu burakumin (habitantes de las aldeas discriminadas), los descendientes de los japoneses que hasta 1871 eran obligados a vivir en comunidades segregadas del resto de la población por haber cometido crímenes o debido a su ocupación en actividades consideradas impuras, como el sacrificio de animales, la peletería o los servicios funerarios.
Hasta la apertura de finales del siglo XIX, Japón era una sociedad estructurada en tres castas: los samuráis, los campesinos y los comerciantes. Fuera quedaban los descastados, que recibían nombres como eta (impuros) o hinin (infrahumanos), y se les contaba utilizando el sufijo habitual para los animales.
Con el fin legal de la discriminación, los descastados pasaron a ser denominados burakumin (habitantes de las aldeas), y teóricamente pudieron fijar su residencia y casarse o trabajar con el resto de japoneses. Sin embargo, la discriminación social nunca desapareció y la mayoría de burakumin y sus descendientes siguieron viviendo en las mismas zonas y se enfrentaron al dilema de esconder su condición o confesarla, como ilustra la novela El precepto roto, de Toson Shimazaki.
Tras la segunda guerra mundial los descendientes de los descastados lucharon por su reconocimiento y a favor de políticas públicas de ayuda, lo que se tradujo en los años 70 y 80 en programas para mejorar servicios como el alcantarillado o la educación. Según la BLL, estas políticas han tenido efectos positivos pero todavía son necesarias, ya que siguen circulando listas ilegales para poder discriminar en el empleo y en el matrimonio, y los índices de paro y fracaso escolar son en las zonas habitadas por burakumin muy superiores a la media japonesa.
Contra esta defensa de las ayudas se alzan voces como la del Partido Comunista de Japón (PCJ). El PCJ apoyó durante décadas a la Zenkairen, la organización de burakumin rival de la BLL, que se disolvió en el 2004 por considerar que el problema había prácticamente dejado de existir, y lo que quedaba era una trama para aprovecharse de la mala conciencia pública. "Bajo la bandera de la protección de los derechos humanos, la BLL ha usado su poder político y sus conexiones con los bajos fondos para forzar a la ciudad a financiar los proyectos que la Liga quería", comentó el concejal comunista de Osaka Toshihito Shimoda sobre el caso Konish.
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